Hoy en día ambos socios cuentan con una pequeña bodega alquilada en el barrio alto de Sanlúcar, tres hectáreas de viña trabajada en biodinámica y media docena de vinos sin flor y sin encabezamiento (incluido un espumoso ancestral anecdótico) que buscan la expresión y la autenticidad de la palomino y la albariza. Este es su modelo de negocio: artesanal y con control propio desde la viña a la botella.